He llegado a un punto en mi vida en el que dejé de preocuparme demasiado por lo que los demás hacen o piensan. Tiendo a emitir opiniones que no siempre son constructivas, aunque no con mala intención, simplemente porque salen así.
No estoy ni cerca de ser perfecta, pero sí de sentirme plena. No soy todo lo que hubiese querido ser desde un principio, pero me gusta en lo que me he convertido.
El camino ha sido más largo de lo que debía, y es por mi necedad, es porque he tenido que pasar la misma lección más de una vez, hasta que ha sido entendida y aprendida con propiedad.
He aprendido que soy dueña y al mismo tiempo presa de mis propias palabras, pero también he aprendido que únicamente yo elijo cómo reaccionar ante cada situación. Yo soy quién decide qué me afecta y en qué medida, y también quién escoge qué batallas vale la pena pelear y qué batallas dejar ir.
El desapego es parte vital e importante de todo este crecimiento y aprendizaje, porque me permite sentir todo, con la intensidad que se debe pero sin miedo a perder. Puede que esto es lo que más me ha costado, y probablemente aún tengo camino por recorrer, pero mientras hay vida, hay aprendizaje, y me gusta aprender.
El camino de la vida, ciertamente no es como yo esperaba, ni como yo creía, mis decisiones erradas y acertadas me trajeron hasta acá, y no hay mejor lugar para estar.