Considero que la mayor parte del tiempo soy una persona bastante normal, emocionalmente hablando al menos, y a veces tiendo a molestarme con algunas cosas. Eso es hablando de mí en general, pero hay días en los que simplemente alguien debería encerrarme en una cajita de cristal y dejarme ahí hasta que me calme. Considero que a pesar de no tener un IQ emocional de lo más elevado, he aprendido a controlarme bastante bien, a excepción de esos días.
Esos días particulares, simplemente no soy yo, no me siento como yo, es como si alguien tomara control de mi cuerpo, y yo, desde afuera presenciara todas las atrocidades que este ente maligno realiza. Es como si todo el cúmulo de mala vibra saliera disparado en un minuto, de forma intensa y desmedida, sin dirección definida, y una vez salió, ya no hay mucho que pueda hacer al respecto. Es en estos momentos en los que me siento incapaz de estar con alguien, incapaz de verle el lado bonito a la vida, y mucho menos a mí misma. Comienzo a sentir un enojo hacia mí por haber perdido el control ese segundo, por haber hablado de más o haber lanzado esa mirada venenosa, o haber hecho ese gesto, y me invade un sentimiento de decepción y frustración. Es entonces cuando no me aguanto, no me sé.
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