He llegado a un punto en mi vida en el que dejé de preocuparme demasiado por lo que los demás hacen o piensan. Tiendo a emitir opiniones que no siempre son constructivas, aunque no con mala intención, simplemente porque salen así.
No estoy ni cerca de ser perfecta, pero sí de sentirme plena. No soy todo lo que hubiese querido ser desde un principio, pero me gusta en lo que me he convertido.
El camino ha sido más largo de lo que debía, y es por mi necedad, es porque he tenido que pasar la misma lección más de una vez, hasta que ha sido entendida y aprendida con propiedad.
He aprendido que soy dueña y al mismo tiempo presa de mis propias palabras, pero también he aprendido que únicamente yo elijo cómo reaccionar ante cada situación. Yo soy quién decide qué me afecta y en qué medida, y también quién escoge qué batallas vale la pena pelear y qué batallas dejar ir.
El desapego es parte vital e importante de todo este crecimiento y aprendizaje, porque me permite sentir todo, con la intensidad que se debe pero sin miedo a perder. Puede que esto es lo que más me ha costado, y probablemente aún tengo camino por recorrer, pero mientras hay vida, hay aprendizaje, y me gusta aprender.
El camino de la vida, ciertamente no es como yo esperaba, ni como yo creía, mis decisiones erradas y acertadas me trajeron hasta acá, y no hay mejor lugar para estar.
sábado, 4 de noviembre de 2017
viernes, 9 de junio de 2017
Me renuevo en el agua
El agua es mucho más que moléculas formadas por dos átomos de
hidrógeno y uno de oxígeno unidas por un enlace covalente y que interactúan
entre sí a través de puentes de hidrógeno.
El agua es la fuente de la
vida, dándole a todo organismo el medio propicio para existir. Adicionalmente,
el agua sirve para limpiar, para remover impurezas, suciedad. En mi caso, el
agua no sólo me limpia por fuera, sino que tiene un efecto renovador también a
nivel del alma, la sana, la hidrata, la limpia, la llena. Pero también me ayuda
a esconderme, a desaparecer del mundo (al menos en mi cabecita), y cuando
lloro, mis lágrimas se mezclan y desaparecen también.
Por este efecto tan curativo, tan necesario, acudo lo más que
puedo a espacios con cuerpos acuáticos, en los que puedo sumergirme en mi
propio espacio de felicidad. De las mejores sensaciones que puedo experimentar
es estar inmersa en una laguna o un río, rodeada de naturaleza, de plantas, de
frescura, de vida.
Este último año ha sido demasiado intenso, he perdido personas que
significaron mucho en mi vida, y los únicos momentos de verdadera plenitud los
he vivido en el Lago Petén Itzá, en el Lago Atitlán, en el río Napo, en el
Océano Pacífico. Nadando fui dejando poco a poco el dolor en el agua, y fui
calmando el espíritu, ese que no encuentra sosiego fácilmente, y por ello me
siento muy agradecida con este líquido celestial.
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