jueves, 29 de abril de 2010

De lo vano a lo absurdo

Estaba caminando por las calles, sin rumbo aparente, simplemente divagando, cual si fuera un niño que no tiene nada que hacer. Su mirada triste, su semblante decadente, y lo más irónico de todo, es que no deja de sonreir. ¿Por qué sonríe? ¿Qué piensa mientras deambula por las calles?


Se deja ver que el hombre es muy buen mozo, con facciones muy finas, cabellos dorados, pero sin lugar a duda ha sufrido grandes pérdidas en su vida, ha sido derrotado de todas las formas posibles. Sus verdes ojos reflejan tanto desconsuelo, tanta soledad, tanta necesidad de amar y ser amado.


Yo lo ví venir, y con los brazos abiertos lo esperé, para darle una calurosa bienvenida, sin embargo, su mirada perdida parece no notarlo. ¿Acaso no se da cuenta de que tiene alguien frente a él dispuesta a hacer lo que fuera necesario para sacarlo de su abandono, de su deplorable condición?


Me ve directo a los ojos. Yo lo veo de vuelta. Baja la mirada, y apenado, sigue su camino, pero poco a poco, aún con la cabeza hacia abajo, comienza a cambiar su rumbo, y camina hacia mi. Se acerca más y más, y se detiene justo frente a mí. Yo me encuentro totalmente intrigada por su presencia, por su cercanía, y puedo escuchar el latido de su corazón. Comienzo a sentir cómo los latidos de mi corazón se aceleran cada vez más.

Al estar de frente, no logro pronunciar palabra alguna, y él tampoco, y permanecemos sumergidos en el sonido ensordecedor del silencio, sin esperar nada, simplemente disfrutando el momento. En ese instante, son demasiados los pensamientos que invaden mi cabeza, pero con un suave susurro, logro acallarlos, y comienzo a agudizar mis sentidos.

Puedo sentir su aroma, la loción que usa, puedo ver los distintos destellos amarillos en sus ojos, logro escuchar el viento, y casi puedo saborear su boca, y no puedo evitar imaginar cómo sería tenerlo en mis brazos.

Luego de permanecer varios minutos así, veo que quiere pronunciar palabras, pero no logra hacerlo. Decido no hacerlo tampoco, a pesar de que yo sí podría. Le doy un momento más para ver si agarra valor, y simplemente baja la mirada.

¿Qué habrá sido tan fuerte como para que se acercara a mí? ¿Qué habrá pasado por su mente cuando nos veíamos? ¿Qué habrá sido tan fuerte como para evitar hablarme luego de que se veía decidido? Nunca lo sabré...

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