Un golpe, un accidente, un descuido, provocaron una crisis de ansiedad incontrolable. Ver la sangre, sentir ese dolor acompañado de náuseas y adormecimiento de piernas, fueron el punto final.
Tantas cosas por explicar, tan poca coherencia al hablar, al pensar. Ideas erráticas invaden mi mente y no logro articular pensamientos coherentes a partir de ellas.
No, no es normal que alguien sea feliz en su miseria, bajo ninguna circunstancia, es sólo que a veces pierdo el control. Es difícil ver cómo lo observan a uno desde afuera, y conocer la percepción que tiene la gente de cómo puede llegar uno a actuar.
Debe ser terrible ver cómo alguien se autodestruye todo el tiempo, se construye para luego volverse a destruir. Por supuesto, uno no lo percibe de esa forma. Uno lo piensa como que son sus demonios persiguiéndole a uno porque uno se lo merece.
He llegado a ese punto en el que siento que no merezco nada de lo que tengo, pero tampoco estoy dispuesta a dejar de luchar por ello. Me encuentro sin fuerza, sin esperanza, sin rumbo, sin lucidez, sin valor, pero con voluntad de estar mejor.
Días de introspección se vienen encima, y no sé si estoy lista, pero estoy dispuesta, y eso debe contar para algo. Pretendo muchas veces llevarle paz y felicidad a los que me rodean, pero no tengo ni para darme eso a mí, y saberlo me come viva.
Quisiera ser luz para muchos, pero sobre todo, quiero ser capaz de iluminarme yo sin temor a ver lo que hay en el espejo, sin repudio ni reproches.
Ojalá algún día encuentre ese punto de aceptación propia verdadera, y pueda emprender el camino hacia el amor propio. Ojalá cuando lo logre no sea muy tarde.
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